Grandiosa eres luz de mis días,
rojo de mi vivez interna.
La personificación de la magnificencia.
Mi corazón es tuyo y es poco,
mi alma te pertenece y no es nada.
Con mi alabanza y suficiente culto,
me postro ante ti, mi todo,
para ofrecerte lo mejor de lo mío.
Tuyo es el candado de mi libertad,
pues tal es la fe ciega que en ti creo;
si al darte la espalda y tirar la llave,
jamás lo cerrarías entorno a mi cuello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario