Una melodía se escuchaba a lo lejos. Acompañada por los sonidos del bosque la dulce melodía crecía a medida a que me acercaba. Como si de una especie de encantamiento se tratase seguí el murmullo de la canción.
Un día cualquiera en una semana cualquiera de verano. Intentando huir del calor y también de mis responsabilidades me escapé hacia el bosque cercano con el propósito de encontrar la tranquila charca a la que había ido anteriormente a escondidas en compañía de mi hermano. Le habría propuesto el plan si no fuera por la pelea que habíamos tenido días antes. Sinceramente necesitaba un momento para mí, necesitaba escapar aunque fuese por solo unas horas de la rutina, de las responsabilidades, de la vida que me había tocado vivir. Necesitaba un momento en el que pudiera liberarme de todas las opresiones que me estaban ahogando y acabando conmigo lentamente. Era un secreto a voces, todos sabían que ese no era mi sitio que no estaba hecha para tanto que si fuera por mí ya estaría muy lejos de allí recorriendo mundo y viviendo aventuras. A pesar de todo siempre obedecía, era lo único que podía hacer si no quería sufrir las consecuencias. Podría haberme marchado de allí para siempre si no fuera porque todavía había algo que me anclaba allí. No hablo solo por mi hermano sino también por mi abuela. No podía abandonarla después de todo. Creo que mi abuela fue la que me inspiró ha querer hacer cosas grandes a través de sus historias. Mi abuela había sido mi aliada y mi apoyo para subsistir. Las historias de aventuras eran mis favoritas y mi abuela supo cómo hacer para que me fascinaran. Ella en su juventud lo fue, fue una aventurera, de esas que recorrían y salvaban el mundo, de esas que siempre iban acompañadas de grupos de lo más variopintos y de las que acaban con un final "feliz" porque todos los héroes tienen un final feliz. Más tarde aprendería que esto en realidad no fue así. Mi abuela se convirtió en leyenda. Era una muchacha como yo, con una vida que no deseaba y que decidió abandonar. Se escapó a medianoche, cuando todos dormían, cogió el caballo gris del tío Tom y se marchó. Nunca olvidaré la emoción con la que me contaba su encuentro con los que luego compartiría un sin fin de aventuras. No los conoció a todos a la vez sino que como todo en la vida fueron llegando a su debido tiempo. Primero conoció a un trovador, lo típico, que iba de camino a la ciudad. Ambos hicieron un trato y decidieron viajar juntos. Unos meses después conoció en una aldea cerca de la frontera a una muchacha a la que salvaron de acabar muerta en la hoguera. A pesar de la desconfianza inicial la joven hechicera acabó convirtiéndose en la mejor amiga de mi abuela. Después de eso se les unieron dos jóvenes fugitivos. Uno joven chichara chero y el otro misterioso anciano. A mi abuela le brillaban los ojos cada vez que lo describía. Juntos vivieron miles de aventuras, cada cual más fascinante y peligrosa que la anterior. Mis favoritas eran la historia del dragón, la del bosque encantado, la de la flecha mágica...Pasado el tiempo mi abuela acabó enamorándose, todo era perfecto, hicieron planes de seguir juntos a pesar de que el viaje llegase algún día a su fin, de seguir viviendo aventuras y salvando el mundo. Ese era el fin que ambos querían pero que fue imposible. Después de una gran aventura la acabaron atrapando, la pillaron, llevaban meses buscándola, siguiendo su rastro y finalmente consiguieron su objetivo. No pudo despedirse, no la dejaron, la llevaron de vuelta a casa y la obligaron a aceptar sus obligaciones a casarse con quien sus padres habían determinado que debía hacerlo. Ella se resistió al principió pero acabó aceptando, no la quedaba otra. De dormir bajo el cielo estrellado pasó a hacerlo entre las cuatro paredes de su habitación y que se convirtió en su prisión. De su vida anterior nada quedaba excepto el recuerdo, y de su amor nada quedaba excepto una canción, un regalo, que se guardó para sí misma por temor a que se lo pudiesen arrebatar. Un día me la tarareó, bajito para que nadie la escuchase Tuvo el final feliz con el que todos desean, todos salvo ella.
Siempre deseé ser como ella y correr aventuras. Fue en eso en lo que pensé cuando seguí la misteriosa melodía que salía de lo profundo del bosque. Bueno, antes de eso debo admitir que me perdí. Me cuesta aceptarlo porque supuestamente cualquier buen aventurero que se precie debe de tener un buen sentido de la orientación que en mi caso, para qué mentir es pésimo. El caso es que me acabé perdiendo y empecé a escuchar la melodía y decidí seguirla esperando encontrar a algún ser fantástico o algo mágico con lo que emprender una aventura. Cada vez que me acercaba la melodía se parecía más a la que me había susurrado mi abuela aquel día. Cuando llegué al lugar del que provenía la canción me encontré con unos ojos azul verdoso. Con los ojos azul verdoso del hombre del que se había enamorado mi abuela. La esperaba a ella, lo supe en el momento en el que le vi. Una vez cada cinco años se encontraban en aquel claro del bosque a recordar viejos tiempos y a hablar de lo que pudo haber pasado y no pasó. Él le hablaba de las aventuras que había vivido y ella cerraba los ojos y escuchaba atentamente. Supongo que se imaginaría a sí misma viviendo esas misma aventuras que no pudo vivir. Me hicieron prometerles que mi historia sería distinta y que tendría un final feliz, pero el final feliz que yo quería. Después de aquello cogí el caballo gris del tío Tom y me marché en busca de una aventura.
Inspirado por el Lai de Los Dos Amantes de María de Francia.
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