Me dí cuenta de que el edificio estaba abandonado cuando me hicieron quitarme la venda de los ojos tras ir de nuevo a tropezarme con un trozo de techo desprendido. Ciega tanteaba las grietas y escuchaba los cristales a mi paso. Pero, ahora que sé por donde se cuela el frío, puedo sellar mis brechas.
Estuve entre tantos brazos cuando las cañerías se oxidaban al abrir chirriando la puerta... Porque nunca volvía cuando me brillaba el sol y solo era un problema cuando el chaparrón imprevisto asomaba. Maldecía a los meteorólogos, gente que te previene pero te distrae de tus planes irreprochables.
Un coliseo romano donde aun se exhiben peleas. No tan a menudo pero si hasta la muerte. Tú muerte. La de uno mismo.
Nadie especta y si lo hacen creo que nadie ponía caras de sufrimiento al ver saltar un diente...
Pero creo que también se arriesgaban, si la maña no la traían en el equipaje de tour, a caerse al resbalar con un trozo de escombros entre ese reinado de piedras puntiagudas en el suelo y las gradas.
Sigo siendo un destino turístico, pero de los que no vienen en las guías de viaje. Si tienes suerte y eres de "esos" me pensaría si dejarte acariciar a los leones.
(No entiendo porque se ha resubido ahora cuando simplemente le he cambiado la letra, pero inicialmente lo publiqué el 28 de febrero, de ahí su título de entrada)
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